Cualquier persona, cualquiera de nosotros, un familiar, un amigo o un desconocido con quien nos encontramos circunstancialmente, puede perder el conocimiento, repentinamente, debido a una afección previa, conocida o desconocida, o por una enfermedad de instalación súbita que pone en peligro su vida. Cualquiera de nosotros puede verse en medio de una situación como esta, no deseada por cierto, pero que no podemos ignorar, que es abrumadora porque nos atrapa y nos exige una solución, porque nos demanda hacer algo por quien no se vale por sí mismo, en ese momento, y está expuesto a un peligro potencial que condiciona su supervivencia.